UNA AVENTURA EN LA NATURALEZA
Para comprobar que los ultratrail
están de moda solo es preciso visitar las páginas y blogs de los clubs de
atletismo. Es una especialidad que permite practicar nuestro deporte a la vez
que disfrutar del medio natural.
Para no ser menos, los atletas
correplayas nos hemos aficionado hasta modalidad que aúna esfuerzo,
resistencia, estrategia, habilidad y fortaleza mental. Todo ello, como he dicho
en marcos naturales de gran belleza.
Pues bien cinco atletas de
nuestro equipo: A. López, Bernardo Lorenzo, Chico Benítez y Paco Guisado más nuestro querido y casi adoptado Miguel
Valdés del Club Atletismo Chipiona nos marchamos a Morón de la Frontera para
disputar la Iª Ultratrail Sierra Sur de Sevilla sobre 50 kilómetros.
Esperábamos que esta prueba nos
sirviera, así mismo, para ir cogiendo la puesta a punto para el gran objetivo
que nos queda antes del verano los 101 km de Ronda.
A las 9 en punto se dio una
salida neutralizada (2 km) atravesando la localidad de Morón hasta el punto en
el que se daría teóricamente la salida. Digo teóricamente porque desde que la
carrera se puso en marcha los atletas de cabeza llevaban un ritmo que para el
resto del grupo era ya competición pura y dura.
Nos habían informado que no era
excesivamente dura salvo el km 39 que tenía una fuerte subida y que
atravesaríamos algunas correntías y arroyos. Al terminar más uno pensábamos o
que nos habían engañado como chinos o que leche entiende esta gente por dura.
Toda la carrera era un continuo subir y bajar, atravesamos zonas de fango hasta
el tobillo, varios arroyos con agua a la rodilla y para rematar la faena, sí
había una cuesta en el Km 39: teníamos que “trepar o escalar” una montaña y
bajarla como buenamente pudiéramos.
Pero vayamos por orden. Desde el
instante de salida Miguel Valdés y Antonio López marchaban con el grupo de
cabeza mientras que Benítez, Bernardo, Antonio Ramírez y yo formábamos nuestro
habitual grupo de las últimas pruebas. En Morón atravesamos las primeras
cuestas pero desde las afueras ya no encontramos un km totalmente llano ni en
pintura. Comenzamos a subir y bajar, a atravesar campos con hierbas hasta la
cintura y “fango” hasta el tobillo. Si duro era subir no menos duro era bajar.
En muchos sitios mantener el equilibrio también era complicado.
Durante 30 km marchamos los
cuatro juntos relevándonos constantemente y tratando de tener la cabeza fría
pensando que quedaba mucho y el recorrido era precioso pero durísimo. Por
delante Miguel Valdés y A. López seguían aguantando el tirón de los de cabeza.
En el km 31 nos encontramos a
López andando se había resentido de su lesión y tuvo que abandonar. Las duras
cuestas nos habían hecho realizar ya algún tramo andando a buen ritmo. En este punto A. Ramírez decide aflojar y
reservar para lo que nos queda todavía. Ya llevábamos las zapatillas con
pegotones de barro, totalmente mojadas de los arroyos y más de 30 km de subir y
bajar.
Hacia el 33 atravesamos una zona
que parecía una jungla (no habría venido mal un machete para pasar) con el
suelo embarrado. Voy abriendo camino y en una de estas me voy al suelo
poniéndome bonito de barro). Me vuelvo para indicarles a los compañeros que
tengan cuidado pero se han quedado medio clavados en un barrizal que habíamos
atravesado y me he distanciado un poco.
Hacia el 35 se me une un atleta
de San José de la Rinconada y juntos hacemos los km que nos llevan al 39 donde
está otro avituallamiento. Miro de vez en cuando hacia atrás para comprobar si
Bernardo y Chico Benítez se van a unir pero problemas de rodilla de Chico les
hace ir un poco más lentos. Más atrás Antonio Ramírez que siendo de Morón casi
no se imagina por donde nos van a meter.
En el avituallamiento del 39 nos
dicen que ahora tendremos que ir un rato andando. Por prudencia no les contesto
diciendo que iré como me diera la gana. ¡Caramba! Llevaban razón. Giramos y hay
que atravesar un río con fuerte corriente y agua a la rodilla. En la otra
orilla nos espera la sorpresa hay que escalar una montaña. Algunos momentos hay
que ir literalmente a gatas. El corredor de San José y yo cogemos a un pequeño
grupo y vamos subiendo en fila india buscando las balizas. La subida es tan
alta que poco a poco nos vamos desperdigando. Me cuesta trabajo localizar las
balizas y en varias ocasiones me veo un poco desorientado.
Hay que ir mirando
donde se pisa. Después de haber trepado lo suyo viene lo peor la bajada. No se
puede ni andar rápido para mantener el equilibrio. En una de estas me voy al
suelo nuevamente y casi caigo ladera abajo. Gracias un árbol que me agarré. Me
levanto jurando en arameo y acordándome del que ha diseñado el circuito y sigo
toda la bajada andando lo más rápido que puedo.
Por detrás, mis compañeros van
sufriendo lo mismo que yo. Cuando por fin podemos correr me lanzo cuesta abajo
bastante desorientado. Se me une un atleta de color de la República Dominicana
y juntos vamos bajando procurando no caernos. De pronto nos encontramos con una
valla y una puerta cerrada. Joder, ¡nos hemos perdido! Mi compañero dice: "van
por aquel lado hay que saltar la valla". Lo que faltaba. Seguimos joroba otra
vez mal. Decido retroceder 400 metros y encontramos por fin el camino. A
Bernardo y a Chico Benítez les pasa lo mismo.
Llegamos al km 44, último
avituallamiento. Nos quedan 6 y el compañero de color afincado en Morón me dice
que hasta la meta es subir y bajar. Que de descanso nada. Estos últimos km
vamos todos reventados. Así que subimos andando y bajamos corriendo.
Casi en el km 48 me encuentro con
Miguelito que va totalmente reventado. Le animo a que me siga pero no puede y
sigue a su ritmo. Por fin, llegamos a Morón 500 metros de asfalto y cruzo la
meta en 4 horas 52 minutos (10º de la general y 1º de mi categoría), un minuto
después entra Miguel al que le sigue el atleta de color que a la postre era el
2º de mi categoría.
Saboreamos juntos unas cervezas y
esperamos la llegada de los tres compañeros que entran magníficamente en los
puestos 24, 25 y 26 de la general con 5 horas y 25 minutos de duro esfuerzo.
Lástima la lesión de Antonio López cuando iba muy bien colocado.
En definitiva, prueba preciosa
pero la más dura de la que hemos disputado.